Se suele decir que dinero mueve el mundo y a las personas. La fuerza del trabajador es la nómina que, más o menos suculenta, permitirá llenar la nevera a final de mes. Está mal visto decirlo cuando una empresa contrata a alguien, pero no hay más motivo que el dinero. Así que cuando la moral y la motivación empiezan a bajar siempre se intenta buscar otro puesto de trabajo donde paguen más. 

Pero hay algo que puede llegar a motivar más que el dinero. Se trata de la pizza. Es lo que se desprende de un estudio dirigido por Dan Ariely y que plasmó en su libro Payoff: The Hidden Logic That Shapes Our Motivations.

El dinero no lo es todo

El escenario que planteó este economista es el siguiente: tres grupos empleados de una fábrica de semiconductores de Israel llegan al trabajo y se les promete una bonificación si llegan a ensamblar un determinado número de chips; a un pequeño grupo de control no se les promete nada. Los premios que les tocan si llegan al objetivo son los siguientes:

  • Un orgulloso mensaje del jefe diciendo «buen trabajo»
  • Un bonus económico de aproximadamente 30 dólares
  • Un vale de pizza gratis

Después de una intensa jornada de trabajo, se descubrió que los que habían producido más fueron los que iban a tener la pizza como premio, ya que su productividad aumentó un 6,7% con respecto al grupo de control. Los que iban a recibir el cumplido del jefe se quedaron justo por detrás con un aumento de la productividad del 6,6%

Y aunque parezca mentira, lo que menos motivó a los trabajadores israelíes fue el dinero. Quizás fue porque 30 dólares no eran suficientes, pero los empleados de la fábrica que iban a recibir el dinero solamente aumentaron la productividad en un 4,9% en comparación con el grupo de control.

Además de ser el peor motivador, el dinero también fue el único premio que fue empeorando los registros a medida que el experimento se iba desarrollando. De esta manera, aquellos trabajadores que iban a ser galardonados con la inestimable cifra de 30 dólares diarios si llegaban al objetivo, bajaron su rendimiento de producción en un 6,5% respecto al grupo de control, que no recibía absolutamente nada a cambio. Por lo tanto, a largo plazo, a los jefes les sale más a cuenta no hacer nada que prometer dinero.

Nunca subestimes el poder del elogio

Aunque lo que realmente sale más a cuenta para tener a la plantilla contenta es el cumplido. No cuesta nada felicitar a los empleados; en cambio, regalar pizza sí requiere un desembolso económico. Viendo que la diferencia entre ambos premios es mínima, no cabe duda de lo que hay que hacer para mantener a la tropa con la moral alta durante más tiempo: decirles lo bien que trabajan y lo orgulloso que estás de ellos y, de vez en cuando, darles unas pizzas. 

Pero los elogios tienen que ser completamente sinceros, no vale el adular por adular. En el caso de felicitar a alguien sin sentirlo se estará cayendo en un error: todo el mundo merece un elogio sincero por algo que ha hecho bien. La tarea de los jefes es encontrar qué es lo que hacen bien – en el caso del experimento llegar al objetivo – y valorarlo.

Artículo extraído de: https://www.mundodeportivo.com

Escrito por: Héctor Farres

Enlace del artículo original: https://bit.ly/3ECcqZn