Incorporar en el currículo la gestión integral de riesgos y la protección civil como parte del proceso formativo de las niñas, los niños y los adolescentes (NNA) es de suma importancia a fin de que se formen el criterio necesario para la toma de decisiones en caso de emergencia o desastre. Las habilidades y competencias que desarrollen con este trabajo, además, permitirán la prevención a través de la generación de una conducta resiliente.

Cuando escuchamos “protección civil” la mente suele viajar hacia las emergencias y a todas aquellas instituciones involucradas e incluso a actos de corrupción que cuestan vidas. Pensamos que es un tema totalmente ajeno a nuestra cotidianeidad. Mientras que cuando escuchamos “gestión integral de riesgos” nos suena aún más lejano y desconocido.

Gran error, ya que ambos temas están interrelacionados y requieren de nuestra atención, sin importar el ámbito en el que nos encontremos. No solo se trata de un trámite de apariencia burocrática oneroso, incomprensible y poco práctico que «tenemos que» hacer. La preparación de la población infantil y juvenil, en el ámbito educativo, dará como resultado una población resiliente. Esa preparación comienza con la formación del personal docente y administrativo, quien debe emplear sus habilidades docentes para transmitir al alumnado los conocimientos básicos en la materia, primero dentro del marco escolar y luego en el entorno familiar, provocando una diseminación de conocimiento muy valioso para la población.

Para entender a profundidad de qué estamos hablando podemos revisar el origen y desarrollo de la protección civil y su evolución. Nace en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Si bien hubo muchas acciones previas, este evento fue el parteaguas que hizo que el mundo volteara a ver la capacidad de destrucción que puede llegar a tener el ser humano y cómo las reglas para la guerra se rompieron sistemáticamente, impactando a la población civil, la cual se había mantenido bastante al margen en conflictos anteriores.

Esta guerra, por su carácter masivo, su poder de destrucción y el genocidio de un líder carismático, así como por las ambiciones de los bandos, golpeó fuertemente a la población civil. Existen muchos libros y análisis alusivos al tema, por lo que en este artículo solo expondré grandes rubros sin pretender ser exhaustiva ni limitativa.

Los 50 países miembros de la Asamblea de Naciones se reunieron en San Francisco, en 1949, dando inicio a un camino en busca de la paz mundial y a muchas decisiones más, incluyendo la creación de la Organización de las Naciones Unidas y el nacimiento de la Protección Civil. Era imperante salvaguardar la vida de las personas, sus bienes y el entorno.

Esto dio inicio, de manera formal, al tema de la protección de las personas civiles en el ámbito de los conflictos armados. Con el Convenio IV del 12 de agosto de 1949[i] de Ginebra Suiza se desprenden tres protocolos[ii], todos ellos dirigidos a la salvaguarda de la población civil, ya no solo en el ámbito de la guerra sino ampliándose al de los “desastres causados por fenómenos naturales”. Con el paso del tiempo, se empezó a hablar de la Reducción del Riego de Desastres. Sin embargo, las acciones estaban centradas en la respuesta a emergencias.

En la reunión de Hyogo, Japón, de 2005 aparece el término de Resiliencia ya que su objetivo era: “Aumento de la resiliencia de las naciones y las comunidades ante los desastres”[iii]Su visión aún era emergencista.

En 2015, en la reunión realizada en Sendai, Japón, se formula el Marco de Sendai que define cuatro prioridades:

  1. Comprender el riesgo de desastres.
  2. Fortalecer la gobernanza del riesgo de desastres para gestionar dicho riesgo.
  3. Invertir en la reducción del riesgo de desastres para la resiliencia.
  4. Aumentar la preparación para casos de desastre, a fin de dar una respuesta eficaz y para “reconstruir mejor” en los ámbitos de la recuperación, la rehabilitación y la reconstrucción.[iv]

Además de siete objetivos relacionados con estas cuatro prioridades. En esta reunión aparece el término Gestión del Riesgo de Desastre, a fin de poner énfasis en los aspectos más permanentes de la prevención y no en la atención de emergencias.

Ese mismo año, la ONU convoca, en París, a la Agenda de desarrollo sostenible 2015-2030, en la que participa México, y que establece los siguientes 17 objetivos, los cuales están conectados con lo anterior. De estos objetivos, para el ámbito educativo en México se resaltan el: 2, 3, 4, 5, 6, 10, 13 y 23.

Mientras tanto, en México, después de los sismos de 1985, se crea el Sistema Nacional de Protección civil[v], y, como parte de los trabajos de la Comisión Nacional de Reconstrucción, se fortalece el Sistema de Protección Civil en la Ciudad de México y el país se alinea con los anteriores convenios. En ese mismo año, se publica en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el Acuerdo número 123, por el que se dan las bases para el grupo de trabajo sobre seguridad, emergencia escolar y participación social, de la coordinación de educación del Comité de Auxilio Social, de la Comisión Nacional de Reconstrucción[vi].

A partir de ese momento y posteriormente con la publicación del marco jurídico en materia de protección civil, a nivel nacional y estatal, los temas de protección civil se introducen en el ámbito educativo, a fin de preparar a los NNA y al personal docente y administrativo para conocer e identificar el riesgo y fomentar la cultura en la materia.

Hoy se hace necesario no sólo salvaguardar a la población infantil y juvenil ante emergencias o desastres, sino que es importante involucrarla a fin de generar comunidades educativas resilientes. Esto se logra cuando el conocimiento impartido en el aula se convierte en herramienta para la toma de decisiones de una parte de la población, quien es creativa, asertiva, práctica y está deseosa de participar.

La escuela, como parte de su proceso de formación del ciudadano del futuro, no sólo debe proporcionar conocimientos para la productividad, sino que debe formar a ciudadanos y ciudadanas conscientes, preparados, que cuenten con las herramientas para el cuidado del medio ambiente, la salvaguarda de la vida, la inclusión y el desarrollo de su país.

Es ahí, donde tanto la escuela como los NNA contribuyen con las metas del Marco de Sendai, ya que es el espacio idóneo para que se entienda la Reducción del Riesgo de Desastre, se forme al ciudadano para que pueda coadyuvar en la prevención, se genere investigación y se considere a la inversión como un medio de prevención y no como una acción a evitar.

Los Objetivos de Desarrollo Sustentable responden a programas que hoy trabajan en función de abatir el impacto de cada uno de estos objetivos para permitir a los NNA tener un mejor futuro. Por ejemplo, el ODS 2 (Hambre y seguridad alimentaria), mediante la preparación de la plantilla docente, la creación de materiales lúdicos al alcance de los niños y el programa “Alimento Caliente”, que proporciona alimentación de calidad, ayuda a abatir el hambre, pero contribuye también a mejorar el aprovechamiento académico (ODS 4), abatir la pobreza (ODS 1) y fomentar la salud (ODS 3). Se han establecido también acciones para abatir la desigualdad de género y la inclusión (ODS 5), y, a través de obras de infraestructura, coordinación interinstitucional (local e internacional) y la planeación estratégica se busca atender el ODS 6 (Agua limpia y saneamiento).

Para concluir, quiero resaltar la importancia de enlazar acciones internacionales con locales. En México, el tema de “seguridad escolar”[vii] está divorciado del de la Reducción del Riesgo de Desastre, es decir, de la gestión del riesgo[viii], tema que en las escuelas se traduce en el Programa Interno de Protección Civil Escolar[ix], la integración del Comité Interno de Protección Civil y la implementación de protocolos de actuación en caso de emergencia. También es cierto que, en particular, las niñas y jóvenes presentan una disposición empática y solidaria hacia las acciones de prevención y cada vez más acceden a plataformas digitales y entrenamientos que les permiten tener un papel protagónico en materia de creación de la cultura de la RRD y la resiliencia en México. ¡Misma disposición que debemos aprovechar!

*María Isabel García López es integrante de MUXED. Arqueóloga por la ENAH y estudiante de la Maestría de Gestión Integral de Riesgos en la Escuela de Administración Pública, Diplomada en Gestión Integral de Riesgos para Latinoamérica, por parte de JICA[x] y el Centro Asiático de Reducción de Desastres (ADRC), Certificada ante el CONOCER en los temas de Diseño e Impartición de Cursos de Capacitación y Soporte Básico de Vida y Primeros Auxilios entre otros. Actualmente labora en el Departamento de Centros de Atención Infantil Comunitarios de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil de la CDMX realizando acciones en favor de las escuelas de educación básica.

Artículo extraído de: https://piedepagina.mx

Escrito por: María Isabel García López * / MUxED

Enlace del artículo original: https://bit.ly/3KcxwAF

Ilustración: Rosy / PIXABAY