La prevención es la medicina del futuro, pero en México seguimos tratándola como un gasto innecesario en lugar de verla como una inversión que salva vidas.
La reciente fuga de amoniaco en una hielería del sector centro y Las Fuentes es solo un recordatorio más de los peligros latentes en negocios que manejan sustancias altamente tóxicas sin las medidas de seguridad adecuadas. Mientras no tomemos en serio la regulación y supervisión de estas sustancias, la salud y la vida de trabajadores, vecinas y consumidores seguirá pendiendo de un hilo.
El amoniaco es un compuesto esencial en la industria, utilizado en sistemas de refrigeración industrial, la fabricación de fertilizantes y otros procesos químicos. Sin embargo, su uso inadecuado y la falta de control han convertido su manejo en un riesgo latente. La Ley Federal del Trabajo y la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) establecen normativas claras, como la NOM-002-STPS-2010 sobre prevención de incendios y la NOM-017-STPS-2008 sobre equipos de protección personal en el trabajo, pero la realidad es que muchas empresas las ignoran hasta que ocurre un accidente.
En el caso de la hielería, la fuga fue causada por la rotura de una línea de conducción del gas, lo que generó pánico y la intoxicación de varias personas en la vía pública. ¿Dónde estaban los protocolos de seguridad? ¿Por qué no se contuvo la fuga de inmediato? La falta de mantenimiento y la ausencia de un Programa Interno de Protección Civil bien estructurado demuestran que la prevención sigue siendo un concepto abstracto para muchas unidades económicas.
Pero el problema no se limita solo a la industria de la refrigeración. En el sector agrícola, el amoniaco es un fertilizante ampliamente utilizado, y su manejo representa un riesgo aún mayor. En los ejidos, es común ver trabajadores transportando nodrizas -contenedores de almacenamiento de amoniaco- de manera inadecuada, muchas veces llevándolas a sus propias casas. Esto no solo expone a sus familias a intoxicaciones, sino que también incrementa el riesgo de explosiones o derrames en comunidades sin la infraestructura para responder a una emergencia de este tipo.
Las normas oficiales mexicanas, como la NOM-020-STPS-2011, regulan el manejo de recipientes sujetos a presión, pero su cumplimiento en el campo es prácticamente nulo. La falta de inspecciones, la escasa capacitación de los trabajadores y la carencia de equipos de protección adecuados convierten a las nodrizas en verdaderas bombas de tiempo. Cada año, reportes de intoxicaciones y muertes en zonas rurales relacionadas con el uso indebido de amoniaco son ignorados o minimizados por la falta de interés en reforzar la seguridad laboral en el campo.
Lo sucedido en la hielería y lo que ocurre en los ejidos tienen un mismo origen: negligencia y omisión. La STPS y las autoridades locales deben asumir su responsabilidad y garantizar que las normativas se cumplan. No basta con inspecciones esporádicas o multas simbólicas cuando lo que está en juego es la vida de las personas. Es indispensable que se implemente una política de cero tolerancia contra las empresas que incumplen con las medidas de seguridad.
Asimismo, es urgente generar una cultura de prevención y capacitación entre los trabajadores. ¿Cuántos empleados de estas hielerías o trabajadores agrícolas saben cómo actuar ante una fuga de amoniaco? ¿Cuántos han recibido un curso sobre el uso adecuado de los equipos de protección personal? Mientras la respuesta siga siendo «pocos» o «ninguno», los accidentes seguirán ocurriendo con la misma frecuencia.
La prevención es la medicina del futuro, pero en México seguimos recetándonos improvisación y descuido. Ya es hora de cambiar de tratamiento.
Artículo extraído de: https://www.debate.com.mx
Escrito por: Omar Mendoza
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Fotografía: Debate