El mal dormir se ha convertido en una epidemia mundial. Aunque el insomnio es el más extendido, lo cierto es que existen diversos trastornos que afectan la calidad del sueño, no solo en cuanto a la capacidad para conciliarlo, sino también mientras la persona está durmiendo.
«El mundo se divide entre los que pueden dormir y los que no», escribió Marie Darrieussecq. Pero lo cierto es que, entre la parte del mundo que sí duerme hay también quienes experimentan comportamientos anormales mientras están dormidos. Como ha advertido la Organización Mundial de la Salud (OMS), los problemas del sueño ya se han convertido en una epidemia mundial. Cuatro de cada diez personas en el mundo duermen mal, y se calcula que el 45% de la población padecerá algún trastorno del sueño grave en algún momento de su vida.
Según Statista, los países con mayor porcentaje de encuestados que padecieron trastornos de sueño en 2022 fueron Italia, con el 43%, Sudáfrica, con el 42%, y España y México, con el 41%. De hecho, la Sociedad Española de Neurología estima que el 48% de la población adulta en España no tiene un sueño de calidad.
Pero una cosa son las disomnias, es decir, los trastornos que afectan la capacidad de una persona para conciliar el sueño o mantenerse dormida, y otra las parasomnias, que representan aquellas conductas o experiencias anormales que se producen durante el sueño, no fuera de él. Tanto las primeras como las segundas pueden ser causadas por diversos factores, que van desde el estrés y la fatiga hasta la afectación debida a ciertos medicamentos.
Entre las disomnias están algunos de los trastornos más conocidos, como el insomnio, la apnea del sueño, el síndrome de las piernas inquietas y la somnolencia diurna. Por su lado, las parasomnias pueden ocurrir en cualquier momento del ciclo de sueño y, en algunos casos, pueden ser peligrosas y llevar a la autolesión. A continuación, las más comunes.
Pesadillas y terror nocturno
Aunque se parecen –y a veces se confunden– no son lo mismo. Las pesadillas son ensoñaciones vívidas de contenido desagradable que pueden llegar a despertar a quien las tiene, mientras que en el terror nocturno la persona grita o llora inesperadamente en la primera mitad de la noche pero permanece dormida, así esté sentada en la cama o tenga los ojos abiertos.
Por lo general, las pesadillas ocurren durante la fase REM (sueño de movimientos oculares rápidos) en la segunda mitad de la noche, y solemos recordarlas cuando nos despertamos. Por el contrario, aunque los terrores nocturnos suelen acompañarse de una fuerte descarga física como la taquicardia, la sudoración excesiva y la taquipnea (respiración rápida y superficial), la persona que los padece no responde a los estímulos externos y, si se le despierta, puede sentirse desorientada y confusa.
Despertar confuso
Pero no es lo mismo que el despertar confuso, también conocido como «borrachera del despertar». Las personas que lo padecen no necesariamente sufrieron terrores nocturnos, pero se despiertan desorientadas en espacio y tiempo y pueden presentar cierto grado de amnesia. Habitualmente este prevalece entre niños y adultos jóvenes, y sus síntomas van desapareciendo con la edad.
Sonambulismo
En el sonambulismo, por su lado, la persona desarrolla comportamientos complejos que la llevan generalmente a levantarse de la cama y caminar mientras está dormida, usualmente con los ojos abiertos, o a realizar conductas que hace durante la vigilia. Este trastorno prevalece sobre todo en la infancia: según el Instituto del Sueño, hasta el 15% de los niños tienen sonambulismo regularmente. Sucede durante las fases de sueño profundo o sueño delta y puede ser peligroso para quien lo padece, pues puede llevar a accidentes, o a que la persona se caiga y se lastime. Cuando se despierta a un sonámbulo es normal que se sienta confundido y que no se acuerde de lo ocurrido.
Parálisis del sueño
La parálisis del sueño consiste en la incapacidad de hablar y mover los músculos una vez la persona se despierta. Quienes la sufren pueden sentir que no son capaces de realizar movimientos voluntarios con la cabeza o las extremidades. Esto suele suceder al comienzo de la fase REM o en el momento de transición entre el sueño y la vigilia. La sensación puede durar desde segundos hasta algunos minutos, lo cual puede generar angustia o ansiedad.
Bruxismo
Y hablando de ansiedad, otro trastorno del sueño ampliamente extendido es el bruxismo nocturno. Se calcula que el 30% de la población sufre de este trastorno en el que la persona aprieta, cruje o rechina los dientes mientras duerme, cosa que puede producir dolor de cabeza, mandíbula o cuello y daños en los dientes. Quienes bruxan suelen tener más probabilidades de padecer otros trastornos nocturnos como los ronquidos o la apnea del sueño y es probable que el estrés aumente el rechinamiento de los dientes. De hecho, un estudio realizado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España entre estudiantes de la Universidad Complutense demostró que los niveles de bruxismo nocturno se incrementaron debido a la pandemia de covid-19.
Y es que, en general, variables psicológicas como el estrés, la ansiedad y la depresión pueden ser detonantes de múltiples trastornos del sueño. En palabras de la doctora Alba García Aragón, «irnos a dormir con un nivel de estrés alto genera en nuestro organismo una respuesta de activación fisiológica cuyo objetivo es movilizar recursos para la supervivencia, lo que nos mantiene en un estado de alerta constante durante la noche o en un sueño más superficial y menos reparador».
Artículo extraído de: https://ethic.es
Escrito por: Mariana Toro Nader
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Ilustración: Elf Moondance / PIXABAY