La limitación en la movilidad impuesta por la pandemia impuso el modelo de teletrabajo que poco a poco se ha ido desvaneciendo. La moda de trabajar con ropa ancha y cómoda (en el mejor de los casos) y el hábito de trabajar en silencio. Esa tranquilidad se está convirtiendo en un auténtico dolor de cabeza para la vuelta a las oficinas de las empresas. Los empleados no son capaces de concentrarse en su trabajo con el ruido y el ajetreo de las oficinas.

La antigua normalidad con un cerebro cambiado. Tras dos años de teletrabajo en la soledad de los hogares que, con mayor o menor éxito se realizaba en relativo silencio, la vuelta a las oficinas está suponiendo un autentico problema de concentración para los empleados. Según los resultados de un reciente estudio, el responsable es el ruido ambiental de las oficinas.

El cerebro es un músculo que debe ejercitarse. De la misma forma que si no se ejercitan los bíceps pierden su tonicidad, la neuroplasticidad del cerebro se ha adaptado a los entornos silenciosos durante el teletrabajo en casa perdiendo su capacidad para filtrar el ruido de las oficinas y las conversaciones de los compañeros, indica en una entrevista S. Thomas Carmichael, profesor y presidente del departamento de neurología de la Escuela de Medicina David Geffen de la UCLA.

Más estímulos, menos concentración. El estudio revela que el ruido y las conversaciones reducen considerablemente la capacidad para concentrarse en tareas analíticas que requieren un extra de atención del empleado y reducen el rendimiento en tareas complejas.

El experimento se realizó emulando un escenario de oficina abierta que se ha impuesto en la mayoría de empresas, en el que las conversaciones de los compañeros y ruidos ambientales producían estímulos que el cerebro del empleado no era capaz de ignorar reduciendo su productividad. Tras dos años de trabajo en remoto, las habilidades de atención selectiva y de bloqueo de distracciones se han debilitado.

Las oficinas necesitan algunos cambios. La vuelta a la oficina impulsada por las empresas ha venido asociada con algunos cambios estructurales en ellas. No tanto por hacer que los empleados se sientan como en casa, como por ajustar los costes que implican mantener unas oficinas para unas plantillas mermadas tras los recientes despidos masivos de algunas compañías.

Al hacer esos cálculos, las empresas también deben tener en cuenta la incidencia del trabajo hibrido y el hecho de que no todos los empleados van a coincidir a la vez en el mismo espacio. Medidas como los escritorios compartidos o la reducción de servicios son el resultado de esos ajustes.

Menos diseño, más privacidad. Hace algunos años se impuso un modelo de oficina abierta en el que, con la excusa de promover la colaboración entre equipos, se eliminaba el concepto de despacho cerrado o espacio. La realidad es que costaban un 50% menos que las oficinas cerradas.

El escenario actual es muy distinto y las necesidades de las oficinas y los empleados que las usan también. Con la implantación del trabajo híbrido es posible que parte de los equipos no se encuentre en las oficinas a la vez, por lo que las videollamadas están a la orden del día.

El regreso de los cubículos. Según un estudio de la Universidad de California en Irvine, las oficinas abiertas producen un 64% más interrupciones en la concentración de los empleados que en aquellas que existen zonas aisladas o cubículos en los que resulta más sencillo evitar el contacto visual con el entorno.

Conscientes de ello, en Meta desarrollaron un mueble específico para sus oficinas llamado The Cube. Se trata de un cubículo que, mediante un sistema de paneles fijos y móviles, consigue mantener la privacidad del empleado cuando se encuentra en una videollamada y es capaz de reducir hasta en 20 decibelios el ruido ambiente que percibe.

Artículo extraído de: https://www.xataka.com

Escrito por: Rubén Andrés

Enlace del artículo original: https://tinyurl.com/2326n5cf

Ilustración: Racool_studio / freepik