En el ámbito laboral, social e incluso en el de la familia nuclear —madre, padre e hijos— y extensa —tíos, tías, primos, primas, abuelos y abuelas—, poco a poco se comienza a tener más apertura para visibilizar los problemas de salud mental que padece, a nivel mundial, el 5% de la población adulta.
En el caso de niñas, niños y adolescentes entre 15 y 19 años, ese porcentaje aumenta, pues del 10 al 20% de ese segmento poblacional, tiene algún trastorno mental como depresión, ansiedad, anorexia o bulimia. Es “la cuarta causa principal de enfermedad y discapacidad… y la decimoquinta entre los de edades comprendidas entre los 10 y los 14. La ansiedad es la novena causa principal entre los adolescentes de 15 a 19 años, y la sexta para los de 10 a 14”, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sin embargo, todavía existe mucha discriminación, estigmatización, prejuicio, violencia psicoemocional y, exclusión académica, laboral y social en contra de las personas que padecen algún trastorno mental.
Por lo que hace a la depresión, de acuerdo con la OMS, las personas que la padecen experimentan tristeza, irritabilidad, sensación de vacío “o una pérdida del disfrute o del interés en actividades, la mayor parte del día, casi todos los días [o], durante al menos dos semanas”.
La depresión es un tema de salud pública que se debe visibilizar, sobre todo, para que el gobierno, a través del sistema de salud pública, instruya a los profesionales de la salud mental, para que la diagnostiquen en forma temprana y correcta, a efecto de que se puedan tomar las medidas necesarias para evitar que desemboque en suicidios.
Lo anterior, porque el fin último del ejercicio del poder público, es velar por el bienestar de toda la población en forma igualitaria, sin distingo ni segregación alguna. Todo ser humano tiene el mismo valor y es igual en dignidad. Sin embargo, la falta de recursos económicos para abordar el tema de la salud mental, hace que la población de mayor riesgo para su diagnóstico y prevención sea la población de escasos recursos económicos.
El “Reporte Mundial de la Felicidad”, que el de 2021 fue el noveno que se ha realizado y tomó en cuenta el efecto que tuvo la pandemia derivada por el virus SARS-Covid-19, colocó a México en el lugar número 46, que comparado con los años de 2017 a 2019, se encontraba en el lugar 23. Esta caída libre es sumamente preocupante, porque son pocos años de diferencia.
En general, las y los mexicanos son personas alegres, generosas y ven la vida con buenos ojos —aun cuando el tiempo no sea el mejor—. Sin embargo, esto ha ido cambiando visiblemente. Incluso, se ha visto reflejado en las relaciones que tienen los mexicanos socialmente entre sí.
Sería suficiente mencionar que la tristeza se percibe en el entorno en México, porque se siente un ambiente políticamente enrarecido, denso, lleno de reclamos, algunos provocados desde el poder ejecutivo, quizá como forma de defensa del presidente de la República, en contra de lo que llama sus “adversarios políticos”. Esta estrategia personal defensiva con constantes ofensas verbales contrasta con la necesidad de vivir en un entorno libre de reclamos y violencias, incluso entre actores políticos, que impacta en forma directa a la sociedad civil. Habrá quienes piensen sí llegará un momento en el que deje de pelear y estar permanentemente a la defensiva.
Aunque la tristeza y la depresión son vocablos distintos que no se deben confundir, porque la depresión puede obedecer a factores exógenos como endógenos, lo cierto es que la tristeza prolongada, si es una de las causas de la depresión —factor exógeno—.
A estos permanentes reclamos públicos, se suma el desempleo y falta de recursos económicos para satisfacer las necesidades básicas por parte de gran parte de la población.
“La expectativa de no poder sufragar los gastos del mes (indicador de pobreza subjetiva), afecta a 43.4% de la población adulta, en tanto que 11.3% manifestó incertidumbre al respecto”, de acuerdo con el comunicado de prensa número 772/21, del INEGI de 14 de diciembre de 2021 correspondiente a los “Resultados de la Primera Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE) 2021”.
En dicho informe, se desprende que la “proporción de población con síntomas de depresión asciende a 15.4% de la población adulta” y que entre las mujeres es mayor porque alcanza el 19.5%. Este es un porcentaje mucho más alto que el que señaló la OMS a nivel mundial, que es del 5% en adultos y adolescentes del 10 al 20 por ciento. México está en el nivel más alto en adolescentes y 200 por ciento más alto en la población adulta que el promedio mundial.
Lo anterior, sin tomar en cuenta que el 19.3% de la población adulta tiene síntomas de ansiedad severa y el 31.3% de ansiedad mínima o en algún grado.
Ahora bien, lo preocupante es el ascenso de suicidios que reporta el INEGI, con mediciones que van de 1994 a 2020, en el primer año referido se registraron 2,603 suicidios, para 2020, 7,896.
La tabla que presenta dicho Instituto, llama la atención por la pendiente ascendente desde 1994 en que se tienen las primeras mediciones, sin advertir un punto máximo, sino que va en claro ascenso. Llegar a cerca de 8,000 muertes por suicido es una cifra que el gobierno no puede tener desapercibida.
Es un privilegio haber tenido el don de la vida y no se puede ver de otra manera. La vida se debe aprovechar y disfrutar porque tiene mucho que ofrecer. México en particular tiene mucho que dar como país.
Por eso, ¿qué se debe hacer ante este panorama? Lo primero es no quedarse con los brazos cruzados. Lo principal son las políticas públicas como la práctica del deporte, acceso a la cultura, áreas de recreo y atención especializada por profesionales de la salud mental, para diagnosticar y prevenir la depresión de las y los mexicanos.
Sin embargo, paralelo a las políticas públicas e incluso ante la falta de ellas, se deben tomar acciones personales y familiares como hacer ejercicio, escuchar música o tener redes de apoyo para salir de la depresión.
Una forma en la que la UNAM ha contribuido a servir al país, en este aspecto de la depresión que está sufriendo la población, es a través de la Facultad de Psicología, que ofrece gratuitamente a través del Call Center ayuda psicoemocional, que originalmente estaba destinada a la comunidad universitaria pero que abrió al público en general, que se puede buscar en la página web de dicha Facultad.
Artículo extraído de: https://www.eleconomista.com.mx
Escrito por: Irene Valentina Dávila B.
Enlace del artículo original: https://bit.ly/32qV5Cu