En una conversación convocada por el BID, Eliana Bracciaforte, cofundadora de Workana, habla sobre cómo ha cambiado el mundo del trabajo, alejándose cada vez más de las oficinas, lo cual nos lleva a dar otros pasos, como terminar con las jornadas y semanas laborales como las conocemos.

Antes de terminar la charla, Laura Ripani, jefa de la División de Mercados Laborales del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), le pidió a Eliana Bracciaforte, cofundadora de la plataforma de trabajo freelance Workana, imaginarse en el año 2030, abrir Twitter y ver las tendencias de conversación, ¿cuáles serían? Algo sobre nómadas digitales, respondió, pero en un contexto donde esa forma de laborar es totalmente normal.

Su respuesta no es futurista, por supuesto que tiene matices pues no todas las ocupaciones pueden realizar de esa manera y las desigualdades sociales imponen barreras. Pero para entender lo que expuso Eliana Bracciaforte volvamos al pasado y al presente.

Durante la etapa más difícil de la pandemia de covid-19, el teletrabajo fue la solución para continuar con la productividad y mantener los empleos, recordó Laura Ripani al abrir la conversación Futuro del trabajo: ¿La oficina como la conocemos, se terminó?

Uno de los resultados es que “muchas personas se acostumbraron a trabajar en remoto y no quisieran volver a la etapa prepandemia. Un poco a la fuerza, demostramos que podemos ganarnos la vida y producir fuera de la oficina, fuera de la fábrica”, dijo la economista.

Hasta ocupaciones donde no se planteaban hacerlo, trabajaron desde casa. “La telemedicina es un ejemplo, pero también hemos visto tareas asociadas a la agricultura, a la minería, también se pueden hacer en trabajo remoto”. Este proceso está tan presente, que los países que lo desestimen “quedarán atrasados en la atracción de inversión y de talento”, sentenció.

Sin embargo, ni los Estados ni la tecnología han podido seguirle el paso a estos cambios sociales. Sobre el primero, fue la pandemia que impulsó las regulaciones legales del teletrabajo en Colombia, Argentina y México. Pero “falta definir los derechos y obligaciones del trabajo freelance, por ejemplo, para que accedan a un montón de beneficios que deberían tener”, apuntó Eliana Bracciaforte.

En resumen, las leyes laborales están en pañales, dijo la emprendedora.

¿Para qué quieres que vaya a la oficina?

Eliana Bracciaforte siempre tuvo un problema con el trabajo tradicional, contó en la conversación con Laura Ripani. Las lógicas de llegar tempranísimo a la oficina no eran para ella. Luego entró a trabajar a Google, que “desde ese momento nos daba laptops a todos, lo cual no era normal en el año 2006, nos pagaban el Internet en casa, en los aeropuertos”.

No es que la empresa tuviera una política de trabajo remoto, de hecho, “querían que fueras a la oficina”. Más bien entendió que de esa manera el personal podía ser productivo donde estuviera.

Pero el desarrollo de la tecnología todavía no veía el trabajo remoto como una veta. La conexión no era estable, no había videollamadas y otras herramientas que permiten conectar a un equipo sin la necesidad de una oficina tradicional. Ahora millones de personas pueden trabajar de manera remota.

Entonces, ¿podemos afirmar que se terminó la oficina o todavía está viva?, le preguntó Ripani. “Depende qué entiendas por oficina”, respondió Eliana Bracciaforte. “Primero, hay que dejar de pensar el trabajo como un lugar, eso es algo que se quebró”.

El lado positivo que nos ofrece una oficina tradicional es la conexión humana, pero trabajar de manera virtual no significa que no habrá reuniones, “necesitamos vernos”. La lógica ahora es: “Dame una razón por la que mi presencia en la oficina nos dará algo diferente”. Y ahí estalla otro proceso: crear proyectos distintos por los que valga la pena trasladarse.

Si antes personas como ella cuestionaban por qué llegar tan temprano a la oficina, ahora hay una mayor exigencia de su derecho al tiempo propio y al bienestar. “Estamos en una crisis y hay un tironeo que va a costar” resolver, sobre todo si las empresas no se dan cuenta de eso.

Otra idea que deben cambiar las organizaciones es dejar de ver el trabajo remoto sólo para ahorrar dinero en oficinas. Para la cofundadora de Workana ese presupuesto deben destinarlo a viajes, invertirlo en herramientas digitales o en encuentros presenciales que sean primordialmente sociales y no de trabajo.

Los raros, los nómadas digitales

La sombra del home office es precisamente que la persona trabajadora “no se ve” y no puede haber inspecciones en los domicilios. Sin embargo, hay muchas ventajas, señaló Eliana Bracciaforte, por ejemplo, para las personas con discapacidad a quienes les es difícil trasladarse. Y si las instalaciones de la empresa no están adecuadas es mejor ese tipo de empleo, agregó.

Es también de gran ayuda en una sociedad en la que las mujeres se siguen encargando de gran parte del trabajo de cuidados, la flexibilidad del teletrabajo les permite distribuir su tiempo. Pero para que haya una verdadera inclusión, las compañías deben cambiar su forma de trabajo por proyectos y, por supuesto, hay que “igualar el trabajo de hombres y mujeres en la casa”.

El camino por el que vamos nos va permitiendo ver otros horizontes, como una jornada que no sea estrictamente de ocho horas o una semana laboral que no sea de cinco o seis días y medio.

Es inevitable que eso cambie, sostuvo Eliana Bracciaforte. Pero lo no hay que buscar trabajar cuatro días establecidos, sino tener la libertad de manejar esos horarios nosotras y nosotros, dijo.

Por todo eso, imagina un 2030 con personas trabajadoras pasando estadías largas en ciudades donde no tienen su casa, pero desde ahí eligieron laborar por un tiempo, “donde los nómadas digitales ya no sean una raza extraña y el resto les envidia, sino que sea la normalidad”.

En ese entonces veremos “mucho más trabajo basado en proyectos, gente sin un rol definido, eligiendo los proyectos de los que quieren formar parte. Me encantaría que eso pase más, es lo que quiero que pase y veo que ya comienza a ocurrir”.

Artículo extraído de: https://www.eleconomista.com.mx

Escrito por: Blanca Juárez

Enlace del artículo original: https://bit.ly/3zvr0ix