Hacer pausas durante la jornada laboral puede impulsar la productividad, siempre que sean conscientes. De lo contrario, es el pase directo al retraso de entregas e incumplimiento de metas.

En sus 20 años como consultora empresarial, Sandra Fleindl ha visto de todo. Desde los empleados que suelen llegar tarde, los que son chismosos, los que no saben decir que no, los multitasking y hasta los que, a su parecer, ‘se hacen tarugos’ o procrastinan durante la jornada laboral.

Y aunque pareciera que estos comportamientos son exclusivos de la presencialidad, la especialista consultada asegura que no es así, el modus operandi de un empleado no se limita a un espacio físico.

El problema es que muchos de los comportamientos de los empleados son el reflejo de un deficiente clima laboral, una falta de motivación e incluso un liderazgo tóxico. Y a la larga no solo alimentan para bien o para mal a la cultura organizacional, sino que impactan directamente en el negocio.

Ser multitasking, por ejemplo, es una ‘habilidad’ muy valorada en las organizaciones porque se mal entiende que una persona con esta aparente competencia puede hacer varias cosas a la vez y cumplir con todo en cierto periodo de tiempo, pero en realidad llega a restar el 40% de la productividad laboral, refiere la experta.

Clelia García, directora del área clínica de Terapify, explica que una persona multitasking debe entenderse y asumirse como aquel profesionista que sabe priorizar y organizarse para ser eficiente, sin que ello lo conduzca a un estado de estrés crónico, ansiedad o burnout. “Sabe, ante todo, poner límites en pro de su bienestar”, dice.

Pero el arma de doble filo es la procrastinación. Contrario al multitasking, procrastinar es posponer o retrasar tareas. En su taller “El fino arte de hacerse pendejo”, Sandra Fleindl lo define como actuar de modo disimulado con la intención de no resultar implicado en el esfuerzo necesario para lograr las metas.

Sí es conveniente hacer pausas en el trabajo, dice García, pero a consciencia. Esto ayuda a que las personas se distraigan y retomen sus actividades con más claridad. Pero los tiempos de pausa varían según la persona, lo que cinco minutos puede ser útil para algunos, para otros no tanto. La charla de café y los bloques de descanso de 20 minutos también son funcionales y necesarios.

“Quien piense que una persona puede trabajar de corrido ocho horas, ser más productivo y no estresarse está muy equivocado”, enfatiza Fleindl. “Por supuesto que hay que tener pausas, pero si la persona ya evita hacer su trabajo por medio de la procrastinación, entonces hay algo que no está funcionando”.

Procrastinar genera bienestar instantáneo, con repercuciones graves a futuro. Cada día, la doctora Clelia escucha a profesionistas que no saben por dónde empezar, después de que dejaron varios pendientes en lista de espera.

“No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla. El problema de procrastinar es cuando se cumplen esas fechas y la persona ya tiene muchos retrasos que le suman estrés, ansiedad y angustia. Es la consecuencia de una procrastinación crónica”, señala.

Graciela Martínez, especialista en higiene laboral certificada por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), asegura que un colaborador que procrastina de forma crónica tiende a disminuir hasta el 80% de su productividad.

Retrasos en las entregas ¿indicio de un mal liderazgo?

Para las expertas consultadas, la procrastinación también es el reflejo de un mal liderazgo y de un hueco en el sistema laboral del país. Por un lado, la motivación en el trabajo atañe al colaborador y al líder, cuya responsabilidad, más que dar órdenes y solo pedir resultados, es guiar a la gente, apoyarla y ser un facilitador.

“El reto más grande que tienen las empresas es mantener la motivación de las personas. Un empleado desmotivado tiende a procrastinar y se conduce hacia la renuncia silenciosa, pero también busca nuevos propósitos y en algún momento no duda en irse de la organización”, menciona Martínez.

La renuncia silenciosa o quiet quitting se refiere a que el empleado hace únicamente lo que se requiere en el trabajo, sin dar de más. El informe 2022 State of the Global Workplace de Gallup muestra que solo el 21% de los empleados están comprometidos en el trabajo y el 70% de la falta de compromiso del equipo está determinada por el líder.

“Uno no se hace pendejo por accidente. La procrastinación se da porque algo no resulta agradable para la persona, y a los liderazgos tóxicos como factor influyente para procrastinar se suma la falta de motivación, el estado de ánimo, la salud, la ansiedad, las cargas de trabajo, los distractores como las redes sociales e incluso los hábitos”, detalla Fleindl.

¿Cómo darle la vuelta a la procrastinación?

Una persona media pasará 90,000 horas en el trabajo a lo largo de su vida, acorde con la consultora McKinsey & Company. No es de extrañar que la satisfacción o insatisfacción laboral lo impacte de manera significativa.

Las especialistas consultadas aconsejan a las empresa no escatimar cuando se trata de invertir en la gente. Actualmente, ocho de cada 10 personas esperan que los empleadores promuevan programas de capacitación o que los ayuden a mantener actualizadas sus habilidades, según datos de Manpower Group.

“Que los colaboradores aprendan herramientas que los ayude a ser más eficientes, a mantener la concentración, a organizar su trabajo, a autoconocerse y a tener una mentalidad ágil puede hacer una gran diferencia. Sin embargo, los líderes no deben pasar por alto que las personas aprenden de formas diversas, son más productivos de distintas maneras y que la productividad no es sinónimo de horas trabajadas”, advierte Martínez.

Hoy día, México es el país en el que se trabaja más horas en el mundo. Al año, una persona labora 2,124 horas, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos​ (OCDE). Por el contrario, Alemania está en el lugar 38, con 1,363 horas trabajadas por persona y es mucho más productivo que México, a pesar de sus vastas horas de trabajo.

Artículo extraído de: https://expansion.mx

Escrito por: Nancy Malacara

Enlace del artículo original: https://bit.ly/3EPMOY3